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La Edad (685)

17 septiembre 2010

Si tengo que elegir entre callar o gritar, grito, porque callar es renunciar. Cuando debo optar entre la charla amena y el debate ardiente, elijo el segundo, porque renunciar a confrontar ideas es optar por el silencio, y el silencio es un mal consejero cuando se tiene cierta edad.

En el caso de tener que mentir para que me acepten, pues que no me acepten, porque fingir después de los años es robarle sentido a la vida. Más vale que no me quieran por lo que soy que tener que inventar a quien no soy para que me quieran. Si sabiendo tengo que declarar que no sé para que quien no sabe piense que sabe más que yo, o decir lo que sé aunque los que escuchan piensen que no sé lo que digo, elijo lo segundo, porque prefiero que me odien por lo que sé y no que me quieran por mi ignorancia. Si los que me escuchan no saben la diferencia entre el debate y la convivencia, entre la pelea y el consenso, transformando adversarios de un momento en enemigos definitivos, no me queda más remedio que seguir pagando el precio de ser como soy, porque si dejara de serlo traicionaría a todos los años que me condujeron hasta el presente.

En otras palabras, de esa charla entre mí y yo nació la persona que soy hoy. Mayor, pero joven. Adulta, pero adolescente. Peleadora, pero una dama. Son esas las armas para luchar contra el peor enemigo de los muchos años “la vejez”. No sé por qué, pero últimamente me detengo en las cosas más que de costumbre… y me gusta detenerme. Miro cada detalle, cada movimiento. Cuento los tiempos de espera, y así, en cámara lenta, voy descubriendo paisajes que no conocía. Hay vientos, brisas, colores, oscuridades. Hay gente, y miro sus ojos. Casi todos buscando respuestas a su ansiedad, casi todos en una constante seducción a mansalva con el resto del mundo. Van y vienen, se ríen, no se ríen, hablan, gesticulan, buscan, pasan…No saben lo que se pierden…

¿Tomarán conciencia de que cada movimiento que hacen, por minúsculo que sea, puede separar el aire? ¿Sabrán que cada paso que dan, por rápido que sea, deja una huella? … Una huella que dice: “Por aquí pasó alguien”. ¿Sabrán que cada palabra que dicen ocupa un lugar que hasta ese momento lo llenaba un silencio? Y yo sigo allí… observo. Sé que no voy a tener respuestas, porque jamás voy a preguntar nada. A veces me siento metida en un mundo al que no pertenezco. Definitivamente “yo voy en cámara lenta”. Pero es tan maravilloso sentir el espacio abriéndose a mi paso como si me temiera… o como si me amara. Y para colmo respiro hondo, me lo tomo todo, hasta las toxinas. Toco imaginariamente el cielo con mi cabeza… Obviamente, no debo estar del todo bien, me doy cuenta de que, además de ir en cámara lenta, voy a contramano. Por eso no se asustes si los miro y me detengo allí por un rato, o si acaricio lentamente una flor y cierro los ojos. O si nos abrazamos, y les pido que no me suelten todavía… que esperen un poquito más. Es solamente para poder respirarlos. Creo que tengo una necesidad inmensa de trabajar para tener recuerdos. Palabras guardadas, el ritmo de mi corazón.

Recuerdos que respalden mi vida. Recuerdos que pueda contar con todos los dolores y alegrías. Descubrí… que no es lo mismo pasar por la vida que vivir. Que no es lo mismo mirar a los ojos, que entender lo que ellos dicen. Y que es lo mismo el cielo que esta tierra verde. Yo quiero guardar, acumular, tener un archivo de paisajes y sensaciones reales. Ése será mi capital, mi tesoro. La velocidad contagia como una plaga, y yo sé que estoy inmunizada. Sigo… canto mi propia canción y me atropellan multitudes veloces. ¿Se reirán de mí? Confieso que a veces yo lo hago y no está mal. Porque la imperfección siempre causa risa o causa desconfianza. Acabo de darme cuenta de que estoy de curiosa en este mundo. Por eso… Cuando pases a mi lado, trata de ralentar el paso aunque sea una semicorchea, y sé que es mucho pedir, pero es que… quiero que formes parte de mis recuerdos. Quiero guardar la sensación de tu proximidad. Y no sé, dejo abierta la duda, aunque solamente el tiempo será testigo: “Dentro de nuestra posibilidad de guardar la vida, espero que nos demos un hermoso lugar. Quiero creer que nos llevaremos en el corazón para que podamos contar que por allí pasé y que por aquí pasaste”. Yo… seguiré mi camino con mi lentitud, a contramano, curioseando la vida. Y vos, con tu velocidad a cuestas, que quién sabe a dónde te habrá llevado. Pero no importa… “Hay un lugar donde todos llegaremos, los rápidos y los lentos. Y allí, los rápidos esperarán por primera vez, que los lentos les contemos cómo fue vivir”.

Es por todo esto y más que siempre que puedo me dejo llevar por la joven que me habita, porque la edad podrá afectar al cuerpo pero no a la niña que soy, y permitir que los años amordacen y oxiden a esa infante rebelde es caer en la emboscada que la vejez le tiende a todos los que dejan de tener esperanza en el mañana y se rinden a los achaques que los años les regalan. Lo que sí, no me cabe la menor duda de que moriré muy joven, aunque el cuerpo sea muy pero muy viejo. Ojala ustedes también!!!


Autor: Bruno Kampel



Apliquémoslo a todas las edades, a decir y no callar pero sin decir todo lo que se piensa y pensando todo lo que se dice. Y si, la vejez es un estado de ánimo.

La Felicidad Llega Con La Edad (650)

23 junio 2010

Los ‘años dorados de la juventud’ parecen perder su brillo. Un estudio reciente indica que los mayores son más felices que los jóvenes. El secreto estaría en el cerebro.

Gracias a recientes investigaciones, tenemos un motivo más para no mirar atrás buscando el tiempo perdido. El equipo de Heather Lacey, de la universidad estadounidense de Michigan, encuestó a 550 adultos preguntándoles cuán felices se sentían. De acuerdo con los resultados, y en contra de lo que comúnmente se piensa, las personas de mayor edad se consideraban las más felices.

Y usted, ¿es feliz?

El equipo médico estudió el sentimiento subjetivo de felicidad en 550 personas divididos por edades en un grupo entre 21 y 40 años, y otro de más de 60 años. Los voluntarios debían valorar su sentimiento subjetivo de felicidad en una escala de uno a diez. Además, debían apreciar en qué medida eran felices las personas de su misma edad.

Después se les pidió que recordaran o visualizaran, según la edad, cómo se sintieron o sentirían entre los 30 y los 70 años. También en este caso debieron responder cuán feliz era, según su criterio, el promedio de los seres humanos de 30 a 70 años de edad.

Todos los participantes partían de que, en la media, los treintañeros eran los más felices, y que la felicidad disminuye con la edad. Sin embargo, la apreciación subjetiva mostró una imagen muy distinta, según pudo comprobar Lacey.

Los mayores son emocionalmente más estables.

Los participantes de más edad se consideraban más felices que los jóvenes. Heather Lacey explica que "al pasar los años, el ser humano aprende a sobrellevar mejor los malos y los buenos momentos”. Es decir, cuanto más vive, más feliz se siente, a pesar de que ciertas circunstancias, como por ejemplo la salud, empeoren.

"La gente cree a menudo que la felicidad depende de factores externos", sostiene Peter Ubel, co-autor del estudio, aparecido en la revista especializada "Journal of Happiness", Revista de la Felicidad, en español.

Si sucede algo bueno, muchos sienten que viven una felicidad sin fin. Si pasa una desgracia, como una enfermedad, muchas personas creen que le seguirá una etapa de infelicidad, explica Ubel. Pero esto parece ser un error. El sentimiento de felicidad individual depende en mayor medida de los recursos emocionales del individuo, que aumentan con la edad.

Sorprende en este estudio que las personas más ancianas se creían más felices que el promedio de su generación. Esta tendencia del ser humano, a considerarse mejor que el promedio, ha sido observada casi siempre por los investigadores en estudios anteriores.

Diagnóstico neurológico refuerza resultados.

Según un equipo de investigación australiano, el sentimiento de felicidad en la vejez puede ser de origen biológico, ya que los ancianos perciben mejor las sensaciones de satisfacción, y no tan bien las de angustia. Leanne M. Williams y su equipo de New South Wales, mostraron a un grupo de voluntarios de 12 a 79 años de edad una serie de 240 fotografías que contenían diferentes expresiones del rostro humano como alegría, miedo, rabia, asco y tristeza.

Por medio de tomografías de resonancia magnética, los científicos pudieron demostrar que las personas mayores identificaban mejor las expresiones alegres. Los jóvenes, en cambio, reconocían mejor los rostros angustiados.

Una cuestión de actividad cerebral.

Al contemplar las fotos de personas angustiadas, los ancianos presentaban una actividad cerebral mayor en el centro de control emocional, el corte prefrontal medial, al tiempo que el centro de la angustia, la amígdala, se bloqueaba.

Aunque las diferentes reacciones biológicas entre jóvenes y ancianos no pueden aún ser aclaradas por completo, Jason Radley, del Instituto Salk de Estudio Biológicos de La Jolla, California, relaciona a los glucocorticoides con ellas, según la revista New Scientist. Esta "hormona del estrés", según estudios en roedores, podría reducir la actividad en el corte prefrontal.

Según Williams y su equipo, se pudo demostrar que la estabilidad emocional aumenta con la edad en forma lineal. Los ancianos podían controlar mejor los sentimientos negativos, y esto a pesar de la pérdida de materia gris.


Fuente: Deustche Welle



Teniendo presente los aspectos de una vida satisfactoria y los recursos emocionales de cada uno, la felicidad de la juventud anticipa la felicidad de la vejez

A Mis Años Y Tus Años (621)

19 abril 2010

Nos dicen que a tus años y a mis años ya no tenemos edad para amarnos.

Que nos espera por todo hogar las cuatro paredes de un asilo, como única ventana la luz de un televisor, como única emoción las partidas de cartas, como única compañía el calor de un animal y como única esperanza esperar un nuevo día.

¡Yo sigo vivo! Mis manos todavía pueden acariciar y mis labios se mueren por volver a besar los tuyos. Mis pies aún recuerdan los viejos pasos de baile y mis brazos todavía pueden estrecharte con fuerza, para cálidamente protegerte, otra vez, de cualquier viento.

Ni tus sentimientos ni los míos tienen arrugas, están limpios, claros a la luz de nuestros ojos. Tu cuerpo y el mío hace mucho que dejaron de ser niños; pero tienes los ojos azules de niña traviesa y mi alma corre todas las tardes a la playa resistiéndose día a día a madurar, para poder volver a jugar entre las peñas, e ir a robar para ti manzanas de los huertos prohibidos. Pero no recuerdes, no quiero recordar el pasado, ni el bueno, ni el malo. Quiero vivir el ahora, el ya, contigo abrazados.

Vivir nuevas emociones, inventar nuevos besos, recorrer nuevos senderos. Antes de volver a encontrarte vagaba como un minero sin luz, entre frías galerías de infinita oscuridad azul, excavando cada día, con mis manos, una nueva razón para vivir. Pero ahora tú eres mi faro, mi razón única, mi esencia. Quiero volver a pasear mis dedos por tu melena, a que vuelvas a sonreír con mis tonterías, a tomar un helado compartido, a acariciarnos en la oscuridad y abrazarnos hasta el amanecer.

No me hables de los años pasados y perdidos, el único tiempo para mi baldío es el que pasa sin estar a tu lado, sin poder decirte que te quiero, sin querer amarte, sin amar hasta querer morir en tus brazos, sin morir por tu querer, sin querer que me ames como yo te quiero, y te amo, y muero. Y sé que me quieres; porque la luz de tus ojos es la misma de siempre y tus ojos nunca han mentido.

El tiempo ha pasado y nuestras vidas han corrido y tropezado muchas veces. Maldigo a la parca que ha jugado con los hilos de nuestro destino. Pero ahora volvemos a unirnos, no en nuestra hora final, sino en una nueva hora primera.

Que digan lo que digan nuestros hijos y nietos, que puede que lleven nuestra sangre; pero no nuestros sentimientos. Que a tus años y a los míos vamos a amarnos hasta el último suspiro.


Autor: Antonio Rodríguez Dosantos



Hazte merecedor de tener un amor junto a ti, con el pasar de los años. Nada más bello y sublime que el amor a cualquier edad en todas las formas en que puede manifestarse.

El Día Más Triste De Mi Vida (500)

13 septiembre 2009

Ayer fue el día más triste de mi vida: enterré a mi madre.

Cuando miré su dulce y adorable cara y su cabello plateado por el tiempo, me di cuenta que esa sería la última vez que la vería.

Muchos pensamientos vinieron entonces a mi mente: Cuando por las tardes o las noches no teníamos quien nos cuidara a los niños, acudíamos a mi madre porque no queríamos perdernos la función de cine o la fiesta en casa del amigo. Ella nunca se negó, jamás nos dijo que tenía otros planes o yo no quise darme cuenta.

En una ocasión me prometí comprar un boleto extra y llevarla a ver las películas que le gustaban. Pero nunca compré el boleto. Una vez nos encontramos en la panadería y vi que su suéter estaba un poco desteñido y viejo. Entonces pensé que debería llevarla al centro y comprarle uno nuevo.

Sabía que, aunque ella lo necesitaba, nunca me lo pediría, así era ella.

Pero siempre tuve otras cosas que hacer y mi madre siguió con su suéter viejo.

Recuerdo su último cumpleaños. Le mandamos unas azaleas blancas bellísimas con una nota que decía: "Lamentamos no poder estar contigo en esta fecha, pero con estas flores te enviamos todo nuestro amor". Esa tarde había un programa de televisión muy importante y por la noche estábamos invitados a una fiesta.

Y recuerdo la última vez que vi a mi madre viva: fue en la boda de un primo; se veía mas viejecita y cansada. Entonces pensé en mandarla a unas vacaciones con su hermano en la costa. Que se asoleara un poco para que no se viera tan pálida. Pero nunca lo hice, siempre tuve supuestamente cosas más importantes que hacer.

Si yo pudiera regresar las hojas del almanaque, le compraría todos los suéteres del mundo, la llevaría al cine y pasaría todos sus cumpleaños a su lado.

Si yo pudiera regresar en el tiempo la mandaría a ver a su hermano y a todos los sitios que quisiera ir. Pero es muy tarde ya.

Ella está en el cielo y yo estoy aquí enfermo del corazón por todas las oportunidades perdidas. Qué diferente hubiera sido si hubiera leído una carta como ésta.

Un hijo.


Autor: Anónimo



Debemos cuidarnos todos de la vejez mental porque todos llegaremos a ser mayores... Estos casos de actitudes que "olvidan", "maltratan", "ignoran", etc... hacer analizar el tipo de núcleo familiar en el que uno ha crecido, en el que vive y el que le espera.

Hay disfrutar la vida a cualquier edad, de la familia, de los hijos y de los padres, todo es compatible si quieres que sea compatible.

El Arte de Morir (437)

12 julio 2009

Se deja de vivir, cuando no se tiene ninguna ilusión, ó algún propósito en la vida.

Se deja de vivir cuando solamente se flota en los eventos del día, sin tener la capacidad o la fuerza para enfrentar lo que se vive aquí y ahora.

Se deja de vivir cuando no se puede ya elegir ningún camino, porque ya ninguno es suficientemente bueno.

Se ha dejado de vivir, cuando se califica de absurdo cualquier intento, cualquier acción, por temor a que resulte parecida a lo que ya nos es, bastante conocido.
Se ha dejado de vivir, cuando da lo mismo hacer una cosa que otra, porque el resultado será siempre "LA SOLEDAD".

Se ha dejado de vivir, cuando se da mas importancia a recordar lo realizado, en vez de ponernos a planear lo que aún nos queda por hacer, lo que nos espera por delante, aún en el ocaso de nuestras vidas.

Se ha dejado de vivir, cuando del amor, solo se busca la comodidad y la satisfacción propia, en vez de la pasión urgente de darse con valor y hasta de aprender a recibir.
Se ha dejado de vivir, cuando se ha perdido cualquier esperanza, cuando ya no funcionamos en el terreno social, emocional y hasta sentimental, cuando nos falta "esa razón básica para seguir viviendo".

Nada es más triste que vernos arrastrándonos por la vida, sólo con la fuerza del alma, cuando a nuestro pesado y cansado cuerpo, ya no le interesa ni siquiera moverse por éste mundo donde hemos encontrado tantas vicisitudes.

Pero la tragedia mayor es, ver a nuestra alma sin fuerza, con una gran anemia espiritual, pero con enormes deseos de mover nuestro cuerpo.

En ese preciso momento, es cuando descubrimos que la muerte está ya cerca de nosotros y debemos empezar a prepararnos, finiquitando nuestros "asuntos terrenales" para hacer de la muerte, un tránsito fácil para nosotros y para nuestros compañeros de vida.

Quizá es ésta, nuestra única fortuna... El saber que la muerte se acerca y que estamos viviendo en la hora de empezar a arreglar aquí y ahora nuestros asuntos, para regresar tranquilos y en paz, a nuestro verdadero hogar.


Autor: Anónimo



Nadie debería sentirse muerto en vida ¿qué no somos capaces de hacer ó no queremos hacer para llegar a sentirnos así?... a unos se les arranca la vida de las manos y, otros no la valoran, deseando ser aliviados con la muerte.

Uno tiene y convive con lo que ha construido a lo largo de los años... si no te gusta lo que tienes y como convives, vuelve a reconstruir. Si no puedes solo, pide ayuda y consejo una y otra vez, todas las veces que necesites. Más grande, más pequeño... no importa, es tu vida y siempre podrás alzarla y cimentarla pero, nadie podrá hacerlo por tí. También preserva tu construcción, no existe edificio lo suficiente fuerte que pueda librarse de un desplome.

¿Cuántos Años Tengo? (434)

09 julio 2009

¿Cuántos años tengo?

¡Qué importa eso!

¡Tengo la edad que quiero y siento!

La edad en que puedo: Gritar sin miedo lo que pienso...

Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido...

Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuantos años tengo!

¡No quiero pensar en ello!

Pues unos dicen que ya soy viejo, "y otros que estoy en el apogeo".

Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente
y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen porque decir:

¡Estás muy joven, no lo lograrás!

¡Estas muy viejo, ya no podrás!

Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.

Y otras es un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo?

No necesito con un número marcarlos, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, y las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas...

¡Valen mucho más que eso!

¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta, setenta o más!

Pues lo que importa, ¡Es la edad que siento!

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.

Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuántos años tengo?

¡Eso a quién le importa!

¡Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y lo que siento!


Autor: Anónimo



Hombre, mujer, joven ó viejo ¿qué más da?... con el prejuicio de la edad adulamos, confundimos y derribamos a placer, a veces para justificar nuestros triunfos obtenidos ó nuestras ilusiones truncadas.

Y nosotros ¿tenemos la edad suficiente para reconocer que nuestros prejuicios nulan nuestra objetividad?

No pretendo (417)

22 junio 2009

No pretendo ser perfecto, pero sí quisiera ser un viejo que no saque de quicio a todo el mundo, que no exaspere a los demás.

No aspiro a ser un santo, pero sí una anciano que no se crea infalible, ni viva de quejas y temores.

No pretendo cambiar a estas alturas mis patrones de vida, pero sí convertir los años en espíritu y que fluya la dulzura; convertir las canas en acierto y que fluya el consejo; convertir las arrugas en sonrisas y reflejar lo que llevo dentro.

Abrir paso a la precipitación de los demás, para que me perciban lo menos posible y no llegue a ser un estorbo.

No interferir en el camino de la juventud siempre con una censura y un repudio.

Admitir los atenuantes que tienen para ser así y comprender que los buenos de ahora son quizás mejores que los de antes, porque transitan por mayores peligros y enfrentan peores tentaciones.

No esposible hacer juventud con la vejez, pero sí aminorar mi alteración, mi irritabilidad, mi depresión, mi desasosiego y mi inevitable deterioro.

No quisiera brillar en el mundo, pero sí quisiera desde mi sillón de soledad, dar alguna claridad.

No quisiera estar martillando sobre mi experiencia, porque sería inútil.A cada uno le gusta vivirla y descubrirla por si mismo.

Ni pretendo llevar a nadie de la mano: cada cual quiere caminar solo su propio destino.

Pero sí deseo ser un faro en silencio que no apague su luz. Ser una barca en retirada llena de palomas, de historia, de relatos, de recuerdos que hablen, de miradas que descubran, de hechos que hagan pensar…

No desperdiciar la vejez. No mirar los años con miedo, dándoles a estos últimos un profundo sentido, porque son el espacio final para movernos y el momento irrepetible para la realización completa.

No hacer de la vejez un lastre y una insignificancia, sino una sombra que fue luz, un árbol que fue fruto y un camino que fue huella.

¡¡¡No vivir en la oscuridad como algo inservible, sino pararme delante de una estrella para morir iluminado!!!


Autor: Anónimo



Llegar a la vejez con satisfacción de lo vivido, aprendido, compartido e ilusionado, siempre será el fruto de una vida limada con cordura. Una nueva época que compartir con gusto de un buen vino, una conversación elocuente y una familia que crece.

No pretendas querer ser y que te consideren, lo que nunca fuiste.

Decálogo De Las Personas Mayores (387)

23 mayo 2009

En el año 1990 Naciones Unidas designó el 1 de octubre como “Día Internacional de las Personas Mayores” con el fin de concienciar a la población sobre los problemas y necesidades de las personas de más edad. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, “entidad científica multidisciplinar cuyo principal objetivo es garantizar y promover el bienestar físico, psíquico y social de las personas mayores”.

Se ha unido a esta conmemoración haciendo público el siguiente decálogo:

1. El alto envejecimiento de la población española es un logro histórico.

El envejecimiento de un país es consecuencia de su progreso. España es un ejemplo y debemos felicitarnos por ello. En ningún caso este envejecimiento debe presentarse como una carga o problema.

2. Toda persona mayor debe sentirse orgullosa por haber llegado ahí.

Para un individuo, envejecer supone haber sobrevivido a enfermedades, accidentes, etc. y debe sentirse afortunado y orgulloso por llegar a mayor.

3. La vejez puede ser una etapa de la vida tan positiva como cualquier otra.

Con los progresos de la ciencia y del desarrollo económico y cultural, la vejez puede ser y es, cada vez más, una etapa de la vida tan plena como cualquier otra: productiva, creativa, afectiva y llena de relaciones sociales, de calidad de vida e independencia etc. Los estereotipos negativos que con tanta ligereza se hacen hacia los mayores, resultan muy inadecuados y no son ciertos.

4. No es justo que se fomenten temores y sobresaltos en las personas mayores.

Los españoles que llegan a la vejez se merecen vivir sin sobresaltos. Han hecho méritos y esfuerzos para ello. No parecen justos los mensajes frecuentes, emitidos por diferentes grupos, referentes a la pérdida parcial de derechos adquiridos: pensiones y atención sanitaria principalmente.

5. Tienen que desaparecer todas las formas de discriminación por la edad.

La edad no debe ser un factor de discriminación en los aspectos educativos, laborales, asistenciales etc. Así, no es de extrañar, que los malos tratos (por negligencia, explotación, psicológicos etc.) se produzcan en los mayores con mayor frecuencia que en ningún otro colectivo.

6. La dependencia no es consecuencia de la edad.

Las situaciones de incapacidad o dependencia son más frecuentes con la edad, pero en modo alguno son una consecuencia de la misma. Se deben a problemas de salud. Hoy, la ciencia nos dice que es posible disminuir la frecuencia e intensidad de la dependencia y retrasar su aparición. Otros países ya lo están consiguiendo y en el nuestro no estamos haciendo las cosas bien, ya que muchas situaciones de dependencia nunca debieran haberse producido.

7. Es posible disminuir la frecuencia e intensidad de la dependencia.

La educación sanitaria, la prevención, el control y adecuado manejo de las enfermedades y la recuperación de la función perdida, son las medidas necesarias para disminuir la dependencia. Con los recursos sanitarios actuales que tiene nuestro país, es posible conseguir dichos objetivos, siempre que se reorienten hacia la población envejecida que ahora atienden.

8. La atención geriátrica es un derecho básico al que, hoy en día, no tienen acceso la mayoría de las personas mayores cuando lo necesitan.

La ciencia ha demostrado que la Geriatría es una especialización sanitaria eficiente e imprescindible para limitar la dependencia en su justa medida, disminuir el sufrimiento y aumentar la calidad de vida de las personas ancianas con problemas de salud más complejos. En nuestro país no está garantizado el derecho a una atención específica a la salud de las personas mayores contemplado en el artículo 50 en nuestra Constitución. No puede esperar más tiempo.

9. Es necesaria una Ley de Dependencia justa y que apoye a las familias.

Cuando las situaciones de dependencia se producen, es preciso ayudar a las familias en los cuidados, con la potenciación domiciliaria en primer lugar, y con internamientos temporales o definitivos cuando se requiera, en centros dónde se garanticen los cuidados de calidad. También es este aspecto en España estamos por debajo de la media europea. Una ley justa, universal y equitativa sobre la dependencia es una necesidad urgente.

10. No se debe relacionar vejez con terminalidad.

La vejez termina con la muerte. Pero también, a veces, la infancia, la juventud, y la madurez pueden terminar de la misma manera. No existen argumentos científicos ni humanos para relacionar vejez con terminalidad, algo que, con frecuencia, se transmite incluso desde ámbitos sanitarios. Otra cuestión son los cuidados que se tienen que dar al final de la vida, que siempre son complejos y difíciles, a los cuales da respuesta la Geriatría.


Autor: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (S.E.G.G)



Toda una vida trabajando y al corriente de los impuestos no te dan la tranquilidad de que al llegar a mayor, vivirás con bienestar psíquico y social. No sabemos que pasará socialmente de aquí a unos años, ni hacemos mucho hincapié en mejorar y aceptar la adaptación actual, aún sabiendo que será la última etapa que viviremos todos nosotros. Nuestra conducta errónea e injusta olvida este objetivo, que avalará nuestro bienestar físico, psíquico y social.

10 Mandamientos Para Una Vejez Feliz (349)

15 abril 2009

1.- CUIDARÁS TU PRESENTACIÓN TODOS LOS DÍAS.

Vístete bien, arréglate como si fueras a una fiesta.

Qué más fiesta que la vida.

2.- NO TE ENCERRARÁS EN TU CASA NI EN TU HABITACIÓN.

Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario.

Saldrás a la calle y al campo de paseo.

El agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.

3.- AMARÁS AL EJERCICIO FÍSICO COMO A TÍ MISMO.

Un rato de gimnasio, una caminata razonable dentro o fuera de casa.

Contra inercia, diligencia.

4.- EVITARÁS ACTIVIDADES Y GESTOS DE VIEJO DERRUMBADO.

La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose, ¡NO!

Que la gente diga un piropo cuando pasas.

5.- NO HABLARÁS DE TU VEJEZ NI TE QUEJARÁS DE TUS ACHAQUES.

Con ello, acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás.

Y te harán el vacío.

Nadie quiere estar oyendo historias de hospital.

Deja de autollamarte viejo y considerarte enfermo.

6.- CULTIVARÁS EL OPTIMISMO SOBRE TODAS LAS COSAS.

Al mal tiempo buena cara.

Sé positivo en los juicios, ten buen humor en las palabras, se alegre de rostro, amable en los ademanes.

Se tiene la edad que se ejerce.

La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo.

7.- SERÁS ÚTIL A TI MISMO Y A LOS DEMÁS.

No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida.

Bástate hasta donde sea posible y ayuda.

Ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio.

8.- TRABAJARÁS CON TUS MANOS Y TU MENTE.

El trabajo es la terapia infalible.

Cualquier actitud laboral, intelectual, artística... medicinas para todos los males, la bendición del trabajo.

9.- MANTENDRÁS VIVAS Y CORDIALES LAS RELACIONES HUMANAS.

Desde luego que las que anudan dentro del hogar, integrándose a todos los miembros de la familia.

Ahí tienes la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida.

Luego ensancharás el corazón a los más amigos, con tal que los amigos no sean exclusivamente viejos como tú.

Huye del bazar antigüedades.

10.- NO PENSARÁS QUE TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR.

Deja de estar condenando a tu mundo y maldiciendo tu momento.

Alégrate de que ser parte del mismo y poder ver muchas cosas lindas y nuevas.


Autor: Anónimo



No permitas que la pereza y la dejadez eviten que hagas todo lo que depende de tus cuidados para que el cuerpo y mente madure saludable interior y exteriormente.



Esta página fue modificada por última vez el 24 abr 2014

Como Amar Al Adulto Mayor (310)

02 marzo 2009

Déjalo hablar.

Por que hay en su pasado un tesoro lleno de verdad, de belleza y de bien.

Déjalo vencer.

En las discusiones, por que tiene necesidad de sentirse seguro de si mismo.

Déjalo ir a visitar...

A sus viejos amigos porque entre ellos se siente revivir.

Déjalo contar.

Sus historias repetidas porque se siente feliz cuando lo escuchamos.

Déjalo vivir.

Entre las cosas que ha amado porque sufre al sentir que le arrancamos pedazos de su vida.

Déjalo gritar.

Cuando se equivoca, porque los adultos mayores y los niños tienen derecho a la comprensión.

Déjalo tomar un puesto.

En el automóvil de la familia cuando van de vacaciones, porque el próximo año tendrás remordimientos de conciencia si el abuelito ya no existe más.

Déjalo envejecer.

Con el mismo paciente amor con que dejes crecer a tus hijos, porque todo es parte de la naturaleza.

Por favor... ¡déjalo ser!


Autor: Anónimo



No perdamos la paciencia ni el interés con nuestros mayores, sigamos estos sencillos y sabios consejos.

Ellos nos han dado mucho y aunque a unos nos falte más que a otros... todos envejeceremos, así que pongámosle más aptitudes y más amor a nuestras vidas.

Carta A Mi Médico (301)

21 febrero 2009

Querido doctor Biot:

Cuando era niño, me gustaba, como a todos los niños, estar enfermo. Fue entonces cuando, por primera vez, oí pronunciar aquella palabra que tantas veces encontraría en mi vida como signo de gran dignidad: la palabra «doctor».

Tanto para mí como para los otros niños, el doctor era el ser mágico por excelencia: el ser que adivina, alivia y conforta; y, para uno de mi edad, aquel que se hallaba cerca del abuelo o de la abuela en el momento del último respiro.

En aquel tiempo pensaba que el doctor, estando presente tanto en el inicio como en el final de la vida, era el hombre que conocía todos los secretos de la vida y de la muerte. Y a la edad de diez años, ya ambicioso, mi sueño era el de convertirme un día en médico yo también.

¡Cómo me falta, querido doctor! Durante tres años —hasta la muerte—, usted me ha cuidado y sanado. Y desde entonces no he podido encontrar un médico semejante a usted.

Lo que me acercó a usted —al punto de haberse convertido en mi amigo— es el hecho de que, además de médico, era usted un verdadero filósofo. Abrigaba la idea contraria a la del famoso Doctor Knock, de Jules Romains, a quien había ido a aplaudir al teatro, según la cual todo hombre sano es un enfermo que no sabe que lo es. Usted me ha enseñado, por el contrario, que todo hombre que se lamenta de sus sufrimientos es un hombre sano que ignora serlo. Esta era, por otra parte, la teoría de Hipócrates y la de los grandes médicos chinos. Por lo tanto, su convicción era la de que el médico es aquel que impide que uno se enferme y al que ya no es necesario consultar —ni pagar— cuando se ha caído en cama. El médico debe enseñarnos la higiene, es decir, el arte de no enfermarse. Querido doctor Biot, usted enseña la sabiduría de la que es necesario dar prueba para no estar nunca enfermo. Esta era su medicina y ésta, también, su filosofía.

Otra de sus ideas era que el cansancio no proviene de aquello que se hace. Lo que se hace, si se realiza a fondo, con pasión y con toda el alma, no cansa nunca. Lo que cansa es el pensamiento de lo que no se hace.

Es usted, doctor, quien me enseñó que yo estaba hecho para el surmenage. Era, y lo soy aún, un gran nervioso. No sé hacer nada. «Sobre todo, sobre todo —insistía usted cuando lo llamaba a casa— «no debe fatigarse: se enfermaría». Después daba usted su consejo médico: «Cuando repose, repose a fondo; cuando se distraiga, distráigase a fondo, y cuando coma o beba, hágalo a fondo igualmente».

Solía decirme que el gran secreto de la felicidad, el arte supremo de la vida, era practicar eso que los místicos llaman «abandono». Bergson me dio un consejo similar cuando me dijo un día: «De ahora en adelante he decidido hacer sin fatiga lo que en otro tiempo hacía con ella». Era la regla de Santa Teresa del Niño Jesús y la de todos los grandes místicos. De este modo, para estar bien, usted prescribía simplemente suprimir la fatiga.

Me citaba a menudo estas palabras de Goethe: «Sufro por lo que no sucederá y tengo miedo de perder lo que no he perdido».

Usted fue un precursor. Había entendido —medio siglo antes que los demás— que la era en la que entrábamos sería una era en la que los problemas de salud y de equilibrio entre el alma y el cuerpo serían los principales problemas. Antes que los otros intuyó que ninguna acción era buena si no encarnaba un pensamiento, que todo pensamiento implicaba una ética y que toda ética implicaba a su vez una filosofía superior o una religión.

Su cualidad principal era la de estar disponible a cualquier hora del día. Era devoto, gentil, jovial. Ponía en todo esa mezcla de ironía y amor llamada humorismo. Contra lo que podría creerse, el humorismo no está muy lejos del amor: el humorismo es el amor oculto bajo el velo de la ironía.

Al término de su visita, usted escribía sobre un papel finísimo la receta: «Ninguna cura porque no hay nada que curar». Un día, en la parte inferior de la hoja, escribió: «Oportuno el uso del bastón». Desde entonces el bastón no me ha abandonado nunca. Estaba usted en lo cierto: el bastón es como un gentil compañero, mudo y dulce, que me une al suelo.

Hoy, dado que el número de mis años se acerca al siglo, me pregunto a veces cuáles son los consejos que me daría para ayudarme a envejecer como se debe.

Entonces vienen a mi mente dos consideraciones suyas: «Envejecer significa tener todas las edades». Y ésta otra: «Envejecer significa ver a Dios más de cerca».

Doctor, usted tiene razón.


Autor: Jean Guitton



Hay varias máximas a destacar en esta entrada pero me cautivó una en especial, por sencilla, real y soberbia: «Envejecer significa tener todas las edades»

El Tazón De Madera (145)

20 septiembre 2008

Un viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años, ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.

La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo de y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo". Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: "¿Qué estás haciendo?".

Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos". Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.


Autor: Anónimo



Pretextos y preocupaciones sin importancia que se anteponen a una convivencia con nuestros mayores.

Los niños son perceptivos... tu actitud es su ejemplo a seguir.

Renuncio A Ser Adulto (132)

07 septiembre 2008

Con la presente, presento mi renuncia a ser adulto. He decidido aceptar la responsabilidad de tener seis años nuevamente.

Quiero navegar barquitos de papel en un estanque y hacer anillos tirando piedras al agua.

Quiero pensar que los dulces son mejor que el dinero, pues se pueden comer.

Quiero tener un receso y pintar con acuarelas.

Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme cómo luce mi cabello.

Quiero regresar a mi casa, a una comida casera y que alguien corte mi carne.

Quiero recostarme a la sombra de un viejo roble, y vender limonada con mis amigos en un día caluroso de verano.

Quiero abrazar a mis padres todos los días y enjugar mis lágrimas en sus hombros.

Quiero regresar a los tiempos donde la vida era simple...

Cuando todo lo que sabía eran colores, tablas de sumar y cuentos de hadas; y eso no me molestaba, porque no sabía que no sabía y no me preocupaba por no saber.

Cuando todo lo que sabía era ser feliz porque no sabía las cosas que preocupan y molestan.

Quiero pensar que el mundo es justo.

Que todo el mundo es honesto y bueno.

Quiero pensar que todo es posible.

En algún lugar de mi juventud maduré y aprendí demasiado:

Aprendí de armas nucleares, guerras, prejuicio, hambre y de niños abusados.

Aprendí sobre las mentiras, matrimonios infelices, del sufrimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte.

Aprendí de un mundo donde saben cómo matar y lo hacen.

¿Qué pasó con el tiempo en que pensaba que todo el mundo viviría para siempre, porque no entendía el concepto de la muerte, excepto cuando perdí a mi mascota?

Cuando pensaba que lo peor que pasaba era que alguien me quitara mi pelota de jugar o me escogiera de último para ser su compañero de equipo.

Cuando no necesitaba lentes para leer.

Quiero alejarme de las complejidades de la vida y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez más.

Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todo el mundo era feliz porque yo lo era.

Caminaría de nuevo en la playa pensando solo en la arena entre los dedos de mis pies y la caracola más bonita que pudiera encontrar sin preocuparme por la erosión y la contaminación.

Pasaría mis tardes subiendo árboles y montando mi bicicleta hasta llegar al parque, sin la preocupación de que me roben la bicicleta o me secuestren.

No me preocupaba el tiempo, las deudas, o de dónde iba a sacar el dinero para arreglar el coche.

Sólo pensaría en qué iba a ser cuando grande, sin la preocupación de lograrlo o no.

Quiero vivir simple, nuevamente.

No quiero que mis días sean de computadoras que se inhiben, de la montaña de papeles en mi escritorio, de noticias deprimentes, ni de cómo sobrevivir unos días más al mes cuando ya no queda dinero en la cartera.

No quiero que mis días sean de facturas de médicos o medicinas.

No quiero que mis días sean de chismes, enfermedades y la pérdida de seres queridos.

Quiero creer en el poder de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, los sueños, de la imaginación.

Quiero creer en la raza humana y quiero volver a dibujar muñecos en la arena...

¡¡Oh, siii!! Quiero volver a mis seis años nuevamente... y ya está decidido!


Autor: Anónimo



Aunque desgraciadamente hay niños que en su infancia no han sido felices, es inevitable no sentir nostalgia por el irreversible paso del tiempo y la parte positiva de cada edad.

Eres Joven (112)

20 agosto 2008

Las huellas de la vejez se marcan en el
estado metal…
Si le pones esperanza al paso del tiempo,
le pones color al cielo de tu ventana…
le pones sueños a los nietos…
temple a las emociones…
amor a la convivencia…
Y sabor a la amistad…

¡Eres joven!
Si tienes el pensamiento de filosofo,
la voluntad de roca…
la mentalidad de sabio…
la maniobra de timonel…
Y la voz alerta…
¡Eres joven!

Si usas la mente en cosas placenteras
y positivas…
Si usas el cuerpo en actividades calmadas y
reconfortantes…
Si usas tu corazón en latidos de amor…
Si crees en ti… En la vida… Y en Dios…
Eres joven!

Si siempre tienes una flor que recoger…
Un algo que dejar…
Una velita que encender…
Una ventana que abrir…
Un pájaro que cante…
Un asombro en los ojos…
Una sonrisa en los labios…
Y un niño en el corazón…
¡Eres joven!

Mientras te retoñe el deseo…
Te alumbre la ilusión…
Te tiemble alguna cuerda…
Te nazca algún reto…
Te caliente alguna lágrima…
Te descanse alguna oración…
Te ilumine algún recuerdo…
Te seduzca alguna estrella…
Y sepas respirar la vida para enaltecerla…
¡Eres joven!


Autor: Zenaida Bacardí de Argamasilla



Solo el que es capaz de desafiar los acontecimientos será siempre joven.



Esta página fue modificada por última vez el 14 sep 2013.

El Buscador (93)

01 agosto 2008

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador... Un buscador es alguien que busca, no necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe lo qué es lo que está buscando, es simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.

Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:

Abedul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:

Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses, y 3 semanas.

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido apenas sobrepasaba 11 años... Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

No, ningún familiar, dijo el buscador. ¿Qué pasa con este pueblo, qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?

El anciano sonrió y dijo:

Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré. Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:

a la izquierda, qué fue lo disfrutado…
a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana?…
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo...?
¿y el casamiento de los amigos…?
¿y el viaje más deseado…?
¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?…
¿horas?, ¿días?…

Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ése es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.


Autor: Jorge Bucay
Cuentos para pensar

Otros escritos de este autor en:
http://www.tacobooks.com/autor/jorge_bucay



Si concentrásemos el verdadero tiempo vivido incluiría a demás de los "gozos" los "desalientos". Sabemos el valor de estar "dichoso" porque conocemos lo que lastima estar "afligido"



Esta página fue modificada por última vez el 4 abr 2013

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