Creí (739)

25 marzo 2011

Creí -ingenuamente- que habitaba en tus sueños, que poblaba tus noches, que iluminaba tus días, que ponía fascinación y misterio en tus crepúsculos, que embelesaba tus pensamientos.

Creí que era el duende inspirador de tus alegrías, la energía en tus sentimientos, la pasión desbordante en tus sentidos, la dueña de tu alma.

Creí que era la causante de tus afanes y tus suspiros, la brújula conductora de tu destino, el motivo de tus proyectos y aspiraciones, tu compañía en las penas y el contento.

Creí que te halagaba mi presencia, que te colmaban de nostalgias mis ausencias, que te atormentaba el deseo de encontrarme, que te resultaban escasos los momentos que compartías conmigo.

Creí que me necesitabas para dar belleza a tu vida, para absorber mi ternura en tus instantes aciagos, para dulcificar tus horas de sosiego, para ser tu sostén en la travesía.

En fin: creí que me amabas.

Pero un día, para mi horror y mi sorpresa, descubrí que no era yo quien ruborizaba tus mejillas, no era mi voz la que apuraba los latidos de tu corazón. No era mi imagen la que daba brillo a tus ojos, no era mi nombre repetido el que impulsaba el torrente de tu sangre.

Descubrí que no era yo quien provocaba tus distracciones y tus olvidos, que no era yo la responsable de tus insomnios, que no era yo quien despertaba tu emoción ni electrificaba tus sensaciones, que no forjaba tu recuerdo permanente.

En fin: descubrí que no me amabas.


Autor: Beba Nazareno

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