Mímate (855)

29 mayo 2012

El sonido era inconfundible. En algún lugar no muy distante había un bebé llorando.

Pero, no era posible, ¿ qué hacía un bebé allí en medio de la nada?¿en medio del bosque? ¿dónde estaban sus padres?

Donde quiera que estuviese la criatura, sus lamentos empezaban a ser más insistentes.

Hay que encontrarle -dijo Joe con calma- los gritos parecen proceder de allí-añadió, señalando por detrás de mí.

Nos levantamos a la vez, una especie de radar misterioso se puso en funcionamiento en mi interior y adiviné donde se encontraba el bebé aún antes que Joe. Los lamentos del niño reflejaban desesperación, y encontrar a esa criatura frágil y desamparada era prioritario.

Seguí el sonido de los sollozos y aparté una gran rama verde y espinosa que me impedía el paso. La rama rebelde me arañó la cara interna del brazo, y por primera vez en mi vida no me preocupé por mi aspecto o por el daño que había sufrido mi delicada piel.

Como una mujer enloquecida, aparté otra rama de espino y otra y otra hasta que por fin me detuve ante un recién nacido envuelto en una manta rosa que yacía en un lecho de juncos secos y tiernas hojas verdes. No era necesario que el color de la manta me indicara que se trataba de una niña. Enseguida lo intuí, pues el candor y la inconfundible feminidad que emanaban de ella no podían pasar inadvertidos.

Al instante sentí un afecto irreprimible por ese minúsculo sorbo de vida. Tomándola del suelo entre mis brazos, la estreché contra mi pecho como si hubiera estado buscándola desde hacía largo tiempo. Algo me decía que, más que otra cosa en el mundo, era a mí a quien necesitaba; ninguna otra persona sino a mí. Una parte de mi ser se extrañaba de la compenetración instantánea y el amor que me inspiraba la pequeña, pero otra parte no se mostraba en absoluto sorprendida.

En cuanto la cogí en brazos dejó de llorar, como si se hubiera dado cuenta de que había encontrado su lugar. La arrullé cariñosamente y mis brazos parecieron descubrir su razón de ser. Cerré los ojos y aspiré su aroma dulce e inocente. He de reconocer que en aquel instante todo lo demás carecía de importancia.

Incluso las pequeñas perlas de sudor que brillaban en su frente desprendían un olor dulce y perfecto. Recordé que todas las esencias artificiales que durante un tiempo había usado, las velas perfumadas, los ambientadores y las flores secas y en ese instante me percaté de que, en resumidas cuentas, ésa era un fragancia que nunca podría ser imitada. Era algo real, bello y único. Por fortuna lo auténtico es irreproducible.

Cógela fuerte -oí decir a Joe desde algún lugar cercano- cógela fuerte, y nunca permitas que te abandone.

Cerré los ojos de nuevo e hice lo que me decía. Besé la suave e inocente piel de la pequeña cabecita aterciopelada, y tuve la certeza de que nadie antes que yo había sentido el éxtasis que experimenté.

¿Quién eres? Susurré a su pequeña oreja bien formada. ¿quién ha podido dejarte sola aquí?

¿No lo adivinas? Interrogó Joe

Me volví hacia él, con los ojos rebosantes de preguntas sin respuesta.

¿Quién? Pregunté indignada. ¿Quién se atrevería abandonar a un ser tan pequeño y débil?

En lugar de responder, tendió una mano para acariciar el terciopelo rubio de la suave cabecita, al tiempo que la niña gorjeaba de contento.

Joe, dímelo -insistí yo-, tú debes saberlo ¿Quien es ella?

De nuevo mi pegunta obtuvo un silencio magistral por respuesta.

Contemplé el minúsculo y tibio bulto que mecía entre mis brazos, y de pronto me invadió una sensación de familiaridad, de que existía un vinculo muy lejano entre nosotras.

¡Oh, Dios! - acerté a mascullar.

Exacto, -dijo Joe - Eres tú.

Lo comprendí. De alguna manera, lo había comprendido aun antes de que me lo revelara. La reconocí. Era tierna y vulnerable, y por el motivo que fuera ya habían sucedidos cosas terribles en su corta existencia. Nadie la había protegido. Nadie había cuidado de ella ni la había educado. No la habían tratado como la criatura necesitada de afecto que era.

Era consciente de la presencia de Joe, aunque, en cierto sentido tenía la impresión de que en ese momento no había nadie más en el mundo que esa niña indefensa y yo. Y nosotras éramos un solo ser.

Observé detenidamente sus rasgos, recorrí su cuerpo con la vista y me maravillé de la tersura de su piel, su diminuto cuerpo sin defectos, la virginidad de su mente pura que no conocía la timidez. Recordé que siempre me habían resultado feos los bebés, sin dientes y sin cabellos. En absoluto, son perfectos. Reclaman nuestra atención mostrando única y exclusivamente lo que son. A diferencia de la mayoría de los adultos, carecen de pretensiones y no se esfuerzan por aparentar, impresionar o competir.

Sus descoordinados deditos se enredaron en un mechón de mis cabellos y su pequeña boca rosada se entreabrió. Por un instante que se me antojó demasiado breve, me ofreció una de esas sonrisa trémulas y mágicas que esbozan los bebés. Nunca he sentido una alegría más pura que la que entonces me invadió.

Oí el eco apagado de la voz de Joe, como si me encontrara en el interior de una cueva.

Exacto, ámala. Ya es hora. Ella es... Hacía mucho tiempo que.... necesitabas. Las dos habéis sufrido mucho. Abrázala. Ámala. Es una criatura que no recibió lo que necesitaba. Ofréceselo ahora. Compénsala.

En aquel preciso instante me convencí de que ese inocente ser y yo éramos la misma persona. La amaba y sentía la apremiante necesidad de protegerla... de ser todo para ella.

Fijé la vista en la profundidad de los ojos azules de un recién nacido, y en ellos vislumbré los contornos de un mundo muy distinto a éste. Un mundo que me cautivó por su total franqueza, su amor sin límites, sus posibilidades inexploradas. Contemplé las simientes de toda una vida en esos ojos y deseé desesperadamente proteger, ayudar y alimentar esa frágil porción de humanidad.

Lloré de emoción, y algunas lagrimas se deslizaron por mi rostro y cayeron en las delicadas mejillas rosadas de la niña. Comprendí entonces que había puesto punto y final a uno de los episodios inconclusos de mi vida. Satisfecha, reconfortada, me pregunté cómo era posible que esa pequeña y frágil presencia ejerciera tanto poder sobre mí. En cualquier caso me sentí feliz de que así fuera.

¿Lo ves? -oí a Joe susurrarme al oído- Has curado tus heridas y has conseguido que las dos volváis a cobrar vida.

Y ahora ¿qué? - pregunté dichosa, cerrando los ojos.

Estréchala contra ti -me indicó- Estréchala contra tu corazón tan fuerte como puedas.

La besé en la frente y la apoyé contra mi corazón. Recostó su cabeza contra mi pecho, amoldando su perfecto cuerpecito a los contornos del mío. Sentí que una especie de aleteo de mariposas me recorría la piel, que el suspiro de ángeles me acariciaba. Nadie me habría nunca convencido de que aquello no era un ángel encarnado en su cuerpecito.

Ella contenía toda la belleza, la esperanza y la verdad del mundo, y entendí que dondequiera que la vida la llevara, ese halo de perfección siempre la acompañaría por muy oculto que estuviera. Sentí que se disolvía en mi y nos fundíamos en una sola persona. Esa fue la experiencia más abrumadora y gratificante de toda mi vida.

¡Fabuloso, esto es fabuloso! - oía a Joe exclamar exaltado- Abrázala, ámala. Así, muy bien. Sí, sí, es fabuloso.

Se produjo un prolongado silencio mientras recorría los 29 años de amor y distancia que me separaban de esa pequeña fuerza de vida que una vez fui. La estreché contra mí, absorbí su esencia que iba desvaneciéndose, la engullí en mi corazón y, cuando finalmente abrí los ojos, solo hallé mis manos vacías. De inmediato volví la mirada, expectante, hacia Joe para encontrar una explicación.

¿Qué ha ocurrido? Pregunte algo aturdida, ¿Adonde ha ido?

Está dentro de ti -contestó Joe con calma

Ha regresado al lugar adonde pertenece. Ámala y cuida siempre de ella porque nunca dejará de necesitarte.

Ya sé que he de hacer a partir de ahora -afirmé convencida-, ya va siendo hora de que empiece a cuidar de mi misma como es debido. Es hora de mimar a mi verdadero yo quienquiera que sea.

Te aseguro -susurró Joe que tu eres una persona maravillosa. Cuídate.


Autor: Anónimo

0 comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión a lo largo del Blog es necesaria y bienvenida. El contraste de opiniones es lo que hace tan interesante la complejidad, fragilidad y lo extraordinario que somos los seres humanos. Estoy convencida que reconfortaremos a todo aquel que guste y/o necesite reflexionar. Gracias por leer, por comentar y por formar parte de este blog, C2ISLOV3.

Related Posts with Thumbnails